
Hoy voy a dedicar mis lineas a agradecer el mejor regalo que he tenido estas navidades.
Fue un regalo que no sé de dónde vino, pero me aportó inmensamente, al tiempo que me hizo pensar sobre muchos aspectos de mi vida, y me dio un paréntesis que yo no había sabido tomarme.
El regalo llegó cuando estaba con mis amigos recogiendo un montaje para una actuación que acababa de terminar. En el momento menos pensado, una estructura de hierro se precipitó sobre el suelo, bendiciendo mi dedo pequeño derecho en el momento del impacto.
¡Mi regalo fue una fractura de mi dedo pequeño del pie!
Seguro que pensaréis en estos momentos que hasta aquí he escrito con ironía. Siento tremendamente decepcionaros, porque cuando he afirmado que ha sido mi mejor regalo, me salió de corazón.
Muchas veces, hay que saber valorar las situaciones objetivamente, y no quedarnos en lo que observamos desde la superficie.
Para muchas personas, un hueso roto supone una faena porque no es posible salir a pasear, salir de fiesta, o simplemente... llevar una vida normal. La cuestión es, ¿no

es una bendición que te dejen llevar una vida anormal temporalmente para poder conseguir cambiar algo en tu día a día? Así fue como me sucedió a mí.
Comenzando por el día siguiente, en el cual no pude ir a actuar, tuve que ir a la mutua y reposar en casa. Gracias a quien fuera que me brindó la oportunidad de tener días de descanso (ya que yo no tenía voluntad para saber dármelos).
No sólo el día siguiente, sino todas las citas que tenía programadas, y que verdaderamente me tenian atrapado en un sinvivir de obligaciones, todo ello se evaporó, quedando en mi vida una atmósfera de tranquilidad, y paz.
Fue en este momento cuando comencé a disfrutar más de mi familia, siendo Navidad una época perfecta para ello. Así fue como desconecté con mi incesante caminar, para disfrutar del calor hogareño por unos días.
La fractura sólo sirvió para contenerme en casa, ya que apenas he sentido dolor desde que me la hice. Ha sido más bien

una leve molestia, que en comparación con el alivio espiritual que me ha proporcionado, nada tiene que disculpar.
Por otro lado, he tenido la oportunidad de vivir mi primera experiencia con un pequeño hueso roto, al tiempo que me han dado la baja mientras yo ocupaba mi tiempo libre con otros quehaceres igualmente entretenidos.
Puedo incluso declarar que económicamente esta fractura me ha salido bien.
¿Y qué más se puede pedir? Se puede pedir la rehabilitación para que pueda bailar nuevamente en mi trabajo, que me proporciona cada día después de comer exquisitos momentos de relax y descanso.
Pese a que ya no estoy de baja, sigo en rehabilitación, mientras mi pie siga así. Yo diría que me está viniendo maravillosamente, aunque está claro que la rehabilitación está siendo dirigida más bien para mi alma.
Me siento verdaderamente feliz cuando recuerdo que tengo un pie roto.
Ahora vuelvo a tener una gran ilusión por volver a bailar.
En esta ocasión no ha sido mi deseo transformar algo negativo en algo p

ositivo, pese a que en otros momentos lo hubiera procurado. En realidad he intentado simplemente ser humilde y hablar con franqueza de mi vida, contando la situación tal y como la he vivido desde dentro.
Hoy doy gracias por quien puso aquella torre de hierro sobre mi pie, porque me dio alas. Hoy le dedico este texto a quien me ha echado una mano a mejorar mi vida de la forma más humana posible.